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ARTÍCULOS


LOS INICIOS DE LA FABRICACIÓN DEL PAPEL EN ARGENTINA
José Carlos Balmaceda

Publicado en las Actas II del Congreso Nacional de Historia del Papel en España, Diputación de Cuenca (España), 1997. p- 103-119

Los españoles que penetraron en América por el Río de la Plata tropezaron con grados inferiores de adelanto social y económico a diferencia de las zonas habitadas por los imperios azteca e inca. Además se vieron enfrentados a la permanente agresión de los aborígenes,  por lo tanto obligados a desarrollar una acción diferente. Sin la mano de obra servil y abundante hubieron de valerse por sí mismos y luego con la ayuda de negros esclavos[1] importados para suplir esa falta. La acción seguida contra los nativos fue de guerra sin cuartel y desplazamiento continuo. De  esta  manera  se substituyó  por  una  nueva forma de explotación la agricultura y la ganadería favoreciéndola geoclimáticamente y realizada por esclavos y europeos.

La economía colonial era de producción doméstica. Cada familia formaba un núcleo cerrado que proveía todo lo necesario para la subsistencia, con muy pocas relaciones económicas con el exterior.

***

El Río de la Plata estaba subordinado a Lima, lo que significaba un entorpecimiento increíble en el comercio, un aumento desmedido en los precios de los productos enviados desde Sevilla y más tarde de Cádiz y la imposibilidad de salida a los frutos de la región.

En el sistema de comercio y navegación del imperio español le correspondió al Río de la Plata la peor situación y la más absurda. El tráfico, en lugar de hacerse directamente con  España por el atlántico, debía anudarse en Lima con el de las flotas.

Buenos Aires vivía precariamente su por entonces pobre comercio de cueros. Sin embargo, en el interior del país, principalmente en el centro y en el noroeste, crecía la agricultura y la industria de tipo casero, que predominaba económicamente sobre la capital. El mercado porteño determinaba el aumento de esa industria por medio del consumo de productos como: tejidos, harinas, cerámicas, azúcar, etc...

En definitiva, la industria se sostenía sólo en virtud de la demanda del mercado interno: no olvidemos que la verdadera riqueza que constituía la base económica y las relaciones comerciales con el resto del mundo era la agropecuaria.

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A partir de la creación del virreinato y de la Real Cédula del 12 de octubre de 1778 que permitía el libre comercio entre las Indias y la metrópoli se potencia un aumento considerable de la producción de los productos agrico-ganaderos rioplatenses.  

El más meridional de los virreinatos españoles, el más pobre de acuerdo con el concepto mercantilista, carente de minas y las pocas que había a punto de ser abandonadas por  exhaustas; sin cacao, café, vainilla, canela, añil o cualquiera de las otras especies apreciadas y pagadas por el mercado europeo, obliga a los comerciantes españoles a recurrir al único medio de pago disponible para cobrar sus envíos de géneros y esclavatura que tenía con el Plata; cueros, sebo, tasajo, cecina, etc.[2]. Estos productos terminaron balanceando el comercio con Buenos Aires.

Al pasar el tiempo el cuero rioplatense fue creándose mercados en el viejo mundo y las ventas llegaron a cifras millonarias.

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La fabricación de papel en el Virreinato del Río de la Plata, como en el resto de América colonial, tenía rígidas disposiciones de control para no permitir esa y ninguna otra manufactura que pudiera aportarse desde la península.

Los Borbones habían impulsado desde su origen una industria tan estigmatizada por la absoluta incapacidad de producción como para poder cubrir las demandas de las colonias bajo el régimen de monopolio. España comienza a volcar sus productos hacia el remoto continente y la corona llega a permitir la introducción de géneros extranjeros en la península[3]con  objeto de reexportarlos a América[4].

 España mantuvo el monopolio y se preocupó de proveer de papel especialmente destinado para el  sellado y el de fumar, dejando insignificantes cantidades destinadas al comercio, las imprentas y al resto de los habitantes. Se fomentó e incrementó de esta manera el contrabando de papel, que fue ejercido durante casi todo el tiempo que dura el dominio de la Corona, alternativamente por franceses, ingleses, portugueses, etc.

La concentración de naves neutrales en el puerto de Montevideo, fomentada por las disposiciones liberales de 1798, es sólo un ejemplo entre los innumerables que existen documentados. Estas naves descargaban todo tipo de géneros, permitidos o no. Según los registros de carga de la aduana de Buenos Aires del mismo año, se encuentran naves de muy diverso origen, todas con cargas de papel[5].

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A pesar de la prohibición de fabricar papel, existen unos pocos datos sobre intentos de instalar una fábrica  en las Misiones Jesuíticas durante el siglo XVIII, dada la reciente instalación de su imprenta. En las Misiones era casi total la falta de papel según las reiteradas solicitudes de pedido de este material [6] .

Este testimonio corresponde al padre Sepp, quien escribía en 1709 “Quiso el padre Serrano establecer una imprenta y con feliz éxito lo llevó a cabo [...] cierto que fabricar aquí papel es del todo imposible”, y reconocía lo caro que era “que a veces no hay ninguno” y que había que traerlo de Europa. Es todo  un síntoma del intercambio jesuítico que no se refiera a España.

Es evidente que el costo, las demoras y la constante carencia habían hecho replantearse nuevamente la fabricación de papel en las Misiones a juzgar por lo que el padre Streicher nos dice en 1725, “sobre las artes y ocios implantados en la Misiones” por lo que ahora estaban pensando “seriamente en poner una fábrica de papel y otra de vidrio”.

Veinte años después escribía en este caso el P. José Rico al procurador de los jesuitas en Barcelona Manuel Alberich y le pedía con gran insistencia que le consiguiera un oficial práctico en la fabricación de papel: “será muy el caso, que tal oficial (que ha de venir al Río de la Plata para poner fábrica de papel) viese y practicase en alguna de las oficinas de por allá, singularmente en una que hay cerca de Tarragona”.

En 1730 la imprenta de las Misiones dejó de imprimir y Furlong lo atribuye fundamentalmente a la falta de papel. Queda pendiente de investigar todavía qué pasó con la intención de poner una fábrica de papel en las Misiones, pero todo lo estudiado nos da casi la seguridad de que no se llevó a cabo.

Deberemos esperar mucho tiempo para encontrar el establecimiento de la primera fábrica de papel en la República Argentina.

                                                               ***

La lucha de los hispanoamericanos por su independencia redujeron primero, e interrumpieron totalmente después, el tráfico marítimo con la metrópoli y las rutas que trazara y defendiera España en su soberano afán de monopolio mercantil sin manufacturas suficientes para ello, fueron surcadas, libre y legalmente ahora, por los navíos de otras naciones que antes sólo podían hacerlo como contrabandistas y corsarios[7] .            

La incipiente población industrial de la colonia se verá envuelta en estas luchas y, lejos de consolidarse, serán diezmados sus establecimientos, siendo vencidos por la evidente superioridad de la industria europea, especialmente la británica, que a partir de ese período llega a su tramo más ascendente.

El gobierno de Bernardino Rivadavia modificó el régimen impositivo de Buenos Aires, aboliendo los impuestos vigentes durante el período colonial.

En 1821 por decreto quedó suprimido el derecho de alcabala y, al año, el de sisa, el de media annata de oficios y la contribución extraordinaria para algunos comercio[8].Estos impuestos fueron sustituidos por la Ley de patentes sancionada en 1822 donde se fijaron cinco categorías que debían pagar los establecimientos comerciales de la ciudad y la campaña.No se hace mención de artesanos y fábricas supuestamente incluidos más adelante conjuntamente con las distintas modificaciones de la ley.

  A través del registro que se llevaba del pago de estas patentes podían conocerse las actividades industriales que se desarrollaban.

En el censo de 1836[9] de los que debían pagar este impuesto de patente se anotaron la cantidad de 132 como fábricas, lamentablemente sin discriminar el carácter de las mismas.

En el mismo año se realizó otro censo por cuarteles[10] con la aclaración de la actividad, confirmándonos la inexistencia de fábricas de papel, reconfirmado a su vez por otro censo, éste publicado en 1837 por la Gaceta Mercantil de Buenos Aires [11] .

El libro de registros de patentes, aunque con algunos errores, según J.C. Nicolau, nos brinda la evolución en el número y actividad de los establecimientos fabriles y artesanales, poniendo en evidencia que no hubo grandes variantes desde 1836 a 1849[12] , y tampoco consta en ese tiempo ninguno de papel.

A la caída de Juan Manuel de Rosas se realiza un censo llamado “Establecimiento de  Artes”,[13] que agrupaba por separado las “fábricas, máquinas, etc.”. Se computaron 106 fábricas y no aparecen las de papel.

Lo único  relevante en la industria ocurrido en el tiempo que va de 1835 a 1853, nos dice Nicolau, “fue la introducción de la máquina de vapor”.

El crecimiento industrial siguió de esta manera en la mayoría de los casos a la sombra del proteccionismo aduanero y la tutela gubernamental.

***

La Constitución Nacional reconoce al Congreso, por el artículo 67, inciso 16, la facultad para dictar leyes protectoras temporales, con el propósito de introducir industrias nuevas e importar capitales.

De la multiplicidad de tópicos sometidos a la consideración de los poderes públicos, escogí los que pasaron por las Cámaras del Congreso de la Nación y en especial los que se refieren al pedido de privilegios, liberación o recargo de derechos aduaneros.

El pedido de privilegios se solicitaba para las materias primas indispensables, como también para la maquinaria industrial [14] y el recargo de derechos de aduana para artículos manufacturados en el exterior que resultaban competitivos con los fabricados en el país.

En un principio se había aplicado con especial preferencia sólo a los capitales ferroviarios, descuidando la actividad industrial propiamente dicha.

***

Por aprobación de la ley 6184 en setiembre de 1864 se concede el privilegio por doce años para fabricar papel a Guillermo Perkins, utilizando para ello la madera del palo borracho (yúchan)[15].Según Dorfman se trataba de fabricar papel para imprenta [16]. Entre los muchos productos industriales argentinos expuestos en la Muestra Universal de París en 1867 figuraban algunos donde el papel era el principal soporte en su realización [17], pero estaba claro que el papel empleado no estaba fabricado en el país, que comenzaba a fabricarse y, como expondré a continuación, en muy pequeña escala y cuya calidad fue mejorando paulatinamente hasta llegar el fin de siglo.

En otra exposición industrial, ésta realizada en ciudad de Córdoba (Argentina), inaugurada el 15 de octubre de 1871, Domingo Faustino Sarmiento en su discurso de apertura se lamentaba ante la falta de papel argentino expuesto en la misma con estas palabras: “si no veis papel hecho de nuestras manos” agregando más adelante “desde el Cabo de Hornos hasta Méjico hay menos fábricas de papel que las encierra la ciudad de Pittsburgh en Pennsylvania (EE.UU.), con menos de 100 años de existencia y a doscientas leguas de la costa”. [18]

Sin embargo, si bien hacia el fin de la presidencia de Sarmiento (1874) no se podía hablar de una industria propiamente dicha, se daban los primeros síntomas de su desarrollo.

Con la constitución del Club Industrial en 1875, comenzaron los primeros antecedentes de organización industrial en Argentina. Este sería promotor del proteccionismo industrial frente al movimiento librecambista predominante, fomentado por los exportadores. Después de celebrarse la primera asamblea encontramos como socia fundadora una fábrica de papel, sin duda la de Antonio Perkins, que hasta ahora era la única fábrica registrada.

En ese mismo año, otra ley (741) aprobada por el Senado, concedía a los Sres. Juan Pablo Lynch y Cía. un privilegio exclusivo por diez años para establecer una fábrica de elaboración de pulpa de madera con plantas [19] de la provincia de Corrientes, destinadas a la exportación. Esta debía instalarse dentro de los primeros dieciocho meses, de lo contrario quedaría sin efecto el privilegio y deberían abonar una multa de diez mil pesos fuertes. En el art. 3 se liberaban de todo derecho la introducción de los útiles y maquinarias necesarias para el establecimiento de las fábricas. Esta compañía estaba establecida con anterioridad y con un capital de seiscientos mil pesos fuertes, lo que superaba la exigencia de doscientos mil. La ley exigía también fijar la residencia legal en Buenos Aires para gozar del privilegio de la explotación de la pasta de madera, requisitos que la sociedad no había cumplido, por lo que al año se vieron obligados a pedir la modificación del artículo, ya que todos los socios que la integraban residían en Inglaterra.

El Senado y Diputados sancionan reformando el art. 4 de la ley, concediéndoles en los siguientes términos: “La sociedad podrá tener su casa  central en el extranjero, manteniendo la representación legal necesaria en la República Argentina para responder a las obligaciones en ella contraídas y gestiones  que por sus actos puedan producirse”. Todo se arregla y, sobre todo, cuando el carácter del privilegio es llevarse la materia prima, la que obviamente vendrá transformada en papel.

No he encontrado muchos datos que nos permitan formarnos una idea acabada del estado de la industria papelera antes de 1890, salvo algunas pocas y fragmentarias informaciones estadísticas. Para una mayor comprensión trataré de ordenar todas las noticias siguiendo el orden cronológico aportado por distintas fuentes.

Otro privilegio solicitado al Congreso es el que hace Gustavo Brewer, comerciante de esta plaza, con fecha  de setiembre de 1876, para poder establecer una fábrica de papel en Oliva (Córdoba). Empleaba productos de la agricultura como la paja y rastrojos en la manufactura de papel para periódicos.

Al año, el periódico La Nación del 17-1-1877, publica un artículo sobre la exposición industrial realizada en la capital, donde se expone “el primer pliego de papel fabricado en Argentina”, dando como su fabricante a J. Alcántara y que su fábrica  “La Primitiva” estaba montada para producir papel en gran escala. [20] Ubica el establecimiento en la ciudad de  Buenos Aires y advierte que dicho papel es el que se utiliza para imprimir El Industrial .

No deja dudas de que se trata de la fábrica que Amadeo Acebal y Miguel Vedia compraron años más tarde y a la que me refiero a continuación.

Precisamente la incipiente producción de papel comienza a tomar cierta importancia con esta fábrica, la que estaba produciendo en 1880. Contaba con un considerable capital de cuatro millones de pesos moneda nacional, ocupaba a 20 personas en su planta y poseía una fuerza motriz de 50 HP.

La principal materia prima que se utilizaba era la paja espadaña [21], que crece espontáneamente en el delta [22] , y subsidiariamente los trapos.

La producción diaria era de unas 140-150 [23] arrobas de papeles de distintas clases, entre los que sobresalían sus papeles de envolver que podían competir con los mejores importados y eran mucho más baratos.

Otro de los papeles que fabricaba era el de imprenta. En este papel  se imprimió la publicación del Club Industrial Argentino  a partir de agosto de 1879.  A juzgar por la descripción que se ha hecho de los procesos de fabricación se trataba de pasta química, y los productos que se empleaban como la sosa cáustica, colas, tintas, etc. eran todos de procedencia nacional argentina.

A los tres años, en 1883, esta industria había aumentando a 100 HP su fuerza motriz, y había duplicado a 40 operarios su personal [24] .

El Ingeniero Silvio Gagliardi [25] registra la instalación de dos nuevas fábricas de papel, una abierta en 1880, propiedad del Sr. Ibañez y cuya producción era solamente de papel de estraza o de envolver, y la otra fue establecida cinco años más tarde en la ciudad de Zárate a orillas del río Paraná por la empresa Maupas, Escalada, Estrada y Cía.,  dedicada con exclusividad a producir también papeles de embalar, estraza, estracilla, fideero y bolsas, utilizando pasta química que comenzaba a generar en su fábrica. Empleaba esparto y cáñamo como principales fibras.

El experto papelero contratado fue José Mussini y las máquinas fueron adquiridas en Bélgica conjuntamente con el personal para atender la producción durante los cinco primeros años.

F. Latzina [26] registra también esta fábrica a fines de 1888, y vuelve a incluirla en 1890 en su síntesis de las principales sociedades, con un capital de ochocientos mil pesos.

En 1891 inicia la fabricación de papeles finos con celulosa importada de los países escandinavos, papel común para periódicos, de lujo en el tamaño carta y esquela, papel obra, carteles y carátulas, papel de envolver de diferentes calidades y cuerpos, bolsas, cartón, etc.

Ya a fines de siglo se fundan sociedades anónimas de considerable importancia. Sobre un total de sesenta y cinco con un capital conjunto de doscientos veinte millones de pesos, cinco millones y medio de libras y ocho millones de marcos alemanes, [27] solamente quince empresas son de índole industrial, pero sus capitales son pobres y representan solo a el 3 al 4 %.

Encontramos sólo una manufactura papelera: “La Argentina”, sociedad fundada en 1888, con un capital de un millón quinientos mil pesos.

Será la primera fábrica del país en elaborar papel de calidad, utilizando pasta importada. [28] Con posterioridad esta empresa intentará la fabricación de papel para periódicos.

El mismo año J.C. Kidd solicita a la Cámara de Diputados de la Nación el privilegio para instalar una fábrica de sobres de papel. N. Parera reitera la misma solicitud. Ignoro la procedencia del papel para dicha manufactura, pero ninguno de ellos está registrado como fabricantes de papel.

La Unión Industrial Argentina (UIA) mandó levantar un censo en 1887 de los principales establecimientos industriales de Buenos Aires con el propósito de remitirlo a la exposición industrial de París [29] , lo que hubiera representado una inapreciable información.  Lamentablemente no figuraban las fábricas de papel.

Sin embargo J. Dimas Helguera [30] , en 1892, hace una reseña de las fábricas y talleres existentes en Buenos Aires y los alrededores, entre las que se encuentra solamente la fábrica de papel de la ciudad de Zárate que, según el autor, seguía fabricando casi exclusivamente papel de embalar.

Hacia 1873 se advierten los primeros síntomas de una crisis provocada manifiestamente por el exceso de circulante que produjo una euforia exagerada en los negocios, las especulaciones y el alza de los precios. Al año siguiente el exceso de importación condujo a la necesidad de exportar dinero en metálico. [31] La industria se vio impulsada al pedido de créditos no siempre convenientes.

J. Lamas, refiriéndose al crédito industrial, reiteraba la necesidad de créditos convenientes  para el desarrollo de esa industria, pero lamenta que “las primeras fábricas de papel sucumbieran por la acción despiadada de la usura” y continua diciendo “que estas entre 1875-1890 lo único que han fabricado ha sido la ruina” [32] .

La Argentina seguía importando grandes cantidades de papel para abastecer las necesidades que la producción del país no podía cubrir, especialmente el papel blanco y de imprenta. F. Latzina nos brinda un amplio panorama de los distintos papeles, impresos y otros que entraron por el puerto de Buenos Aires [33] durante los años de 1888 y 89 que se transcribe a continuación:

 

PAPELES IMPORTADOS
CANTIDAD

Papeles de escribir de todas las calidades y formatos 
Papel de dibujo
Papel para imprenta
Papel pintado para pared
Papel de envolver o estraza
Papeles para encuadernar de todas las clases
Papel para cigarrillos
Papel secante
Papel de lija o esmeril
Papel de seda
Álbunes de todas clases
Tarjetas de todas las clases
Cartón de todas las clases
Papel maché y cartón
Otros artículos de papel impreso
Libros y folletos
Partituras musicales
Otros impresos
Fotografías, litografías, oleografías, grabados y
cartas geográficas

1.185.165 kg
32.500 kg
8.494.580 kg
584.174 kg
2.152.626 kg
77.592 kg
439.264 kg
32.437 kg
12.066 resmas
38.671 kg
1.158 docenas
4.739 gruesas
1.462.641 kg
m.n.s.[34]
m.n.s.
1.218.262 kg
40.968 kg
235.431 kg

195.251 en pesos de plata

 

En el resto de las provincias no existen datos (al menos en el periodo sobre el que informo en este trabajo) de que se instalaran fábricas de papel, salvo en las de Córdoba y Santa Fe.

En la primera, Córdoba, otra sociedad solicita al Congreso la exoneración de los derechos para la instalación de una fábrica de papel, lo que se le concede por ley nº 3497 de 1897.

En la segunda ciudad, Santa Fe, se instala la de Andino y Cía. que solicita la excepción de los derechos aduaneros para la maquinaria importada [35] destinada a su fábrica.

Las tierras donde se instala pertenecían a Juan José Andino, que por otros motivos había hecho construir una represa a la orilla del río Carcarañá.  Por inquietud de los hermanos, de origen italiano Pedro, Pablo, Jacinto y Miguel Olivetti (que, al conocer la existencia de la represa y la provisión de fuerza motriz que esta significaba, los lleva a negociar con Andino, la instalación de una fábrica de papel), ésta llegaría a cumplir más de cien años de actividad bajo la dirección de los Olivetti hasta 1916. La maquinaria se adquiere en Turín para hacer papel de ciento diez centímetros de ancho, y para la producción de fuerza motriz se instala una rueda hidráulica. El secado del papel se efectúa con calor producido por brasas de espinillo y algarrobo, y así se produce el papel “estraza resistencia” a partir de 1877, que se expende en balas de diez kilogramos, llegando aproximadamente a los trescientos kilos por día, que se venden y entregan en la ciudad de Rosario, donde se compran los recortes de papel y trapos.

Al año se agregará una caldera de vapor,  tipo locomóvil, y se colocan a la máquina siete secadores, llegando la producción a setecientos kilos diarios. En 1909 era de mil setecientos kilos. [36]

El mismo año S. Altimfecher repite igual pedido de exoneración de derechos para su fábrica.

Algunos años más tarde otra sociedad, en este caso J.L. Lecaza, reiteraba la misma solicitud sobre la exoneración de derechos aduaneros para la maquinaria destinada a una fábrica de papel.

Organizadas las secciones  gremiales en 1904, nos dará  la posibilidad de cuantificar la cantidad de establecimientos dedicados a estas tareas. Al año siguiente figuraban ocho establecimientos dedicados a la fabricación de papel.

Estas denotaban un incremento muy pronunciado de su actividad después de las vicisitudes por las que atravesó esa industria desde 1880, pese a que los reiterados ensayos de fabricar pasta química o mecánica en el país no tiene el éxito que se esperaba hasta 1917.

Lo mismo ocurre con el papel para  periódicos, que la empresa papelera “La Primitiva” intenta fabricar primero en 1910, y que luego renueva la experiencia en 1914 cuando falta papel por las restricciones de la guerra. Llega a entregar veinte toneladas por día a uno de los grandes periódicos argentinos. Esa fabricación es ahogada más tarde por la libre introducción de este papel desde el extranjero [37]

En 1912, el número de fábricas de papel eran doce, con un capital de 12.000.000 pesos, con un valor de producción de 11.000.000 pesos, la cantidad de producción de 50.000 toneladas, la fuerza motriz de 7.700 HP y el personal de 2.500 operarios [38]

Al año la cantidad desciende a once fábricas con 1900 obreros, el capital baja en 400.000 pesos  lo mismo el valor de la producción y el de la materia prima, aunque aumenta a 10.860 HP su fuerza motriz. Durante 1915 se elaboraron 10.800 toneladas de pasta de recortes, trapos, etc., contra las 4.700 en 1913.

La primera guerra mundial colabora en el interés para fomentar la industria de pasta de celulosa y de papel en el país. Participan por igual el gobierno, la prensa y los particulares. Una prueba de ello son las reiteradas consultas oficiales, investigaciones acerca de las materias primas nacionales aptas para ese fin, proyectos, iniciativas [39] .

En 1916 se lleva al Congreso un proyecto ampliamente documentado, que contempla la posibilidad de explotar grandes extensiones de bosques patagónicos donde abunda la especie araucaria imbricata.

Este proyecto nunca llegó a recibir sanción legislativa. Por otra parte el precio de la celulosa puesta en Buenos Aires no permitía ser demasiado optimista respecto al porvenir de la industria. El costo de producción calculado en la provincia de Neuquén, a ciento dieciocho pesos la tonelada, resultaba ser igual al precio de la pasta importada, pero puesta en Buenos Aires.

Si se agregaba a los costos de producción el transporte, imprevistos (dada la distancia), el margen de ganancia, etc., insumía otros treinta y cinco pesos. Este precio excedía el precio de venta por cada tonelada de pasta nacional con respecto a la extranjera.

Únicamente hubiera sido posible llevar a cabo esta empresa en condiciones anormales impuestas por la guerra.

Las variaciones en la importación de pasta de celulosa y de papel para periódicos fueron pronunciadas, irregulares y poco duraderas como puede verse en el cuadro que sigue:

 

AÑO

1907
1910
1912
1913
1914
1916

PASTA CELULOSA (toneladas)

18.500
26.400
20.000
32.000
23.300
22.300

PAPEL PERIÓDICO (toneladas)

12.200
23.600
27.800
30.700
24.000
29.600


La sociedad “El  Fénix”, era propietaria de dos fábricas de papel instaladas en Campana y Vicente López en la provincia de Buenos Aires, que inicia en 1917 la elaboración de pasta mecánica y  la consume íntegramente en sus establecimientos. Su producción alcanzó en los primeros cinco meses, mil toneladas, lo que representa el 10 % de lo que en el mismo tiempo se importaba.

                La empresa de Campana elabora la pasta de las maderas de álamo y sauce, muy abundantes y de rápido crecimiento en la zona a orillas del río Paraná, dando como resultado un producto de superior calidad a la del pino importado.

                En ese año existían siete fábricas de papel con un total de diez y nueve millones de pesos  de capital. Empleaban una fuerza motriz de siete mil HP y ocupaban cerca de mil quinientas personas en sus fábricas. [40]

                Es evidente el adelanto cualitativo logrado durante la guerra, pero también es cierto el descenso que se había originado en las actividades en la industria papelera.

                La recién creada “San Nicolás”, con un capital de un millón de pesos, conjuntamente con la otra gran empresa papelera “La Argentina”, pasan a ser registradas y cotizan en la Bolsa de  Comercio de Buenos Aires, aunque siguen siendo las principales protagonistas de la industria otros rubros como el azúcar, carnes, lácteos, etc. [41] .

                En 1917 la producción se acerca a 15.000 toneladas. La de 1919 es de 38.800 toneladas distribuidas en 13.200 toneladas de papel de embalar, 7400 toneladas de papel de obra y afines, 3.700 toneladas para periódicos, 14.600 toneladas de papel de varias clases.

                La capacidad de producción diaria alcanza las doscientas toneladas. El tráfico de papel para periódicos  ocupaba indiscutiblemente el primer lugar. Sumando todas las demás clases de papeles fabricados en gran escala, como el de embalar, imprenta y el de escribir, no se alcanza la cantidad ni el valor del papel de periódico.

                Argentina importaba este papel de los países productores [42] . En los años 1924,5 y 6 es el mayor importador de este producto de Alemania con 112.779 toneladas, Suecia, Finlandia y Noruega con 39.420 toneladas y en menores cantidades Canadá, EE.UU. e Inglaterra [43] .

                En 1924 la nueva ley de aduanas (nº 11.281) seguía dejando exento de recargo de la aduana al papel blanco para periódicos en bobinas o resmas.

                En  el mismo año los grandes periódicos argentinos [44] , Manuel A. Montes, el ingeniero Marcelino J. Paz y el Banco Germánico de la América del Sur, fundan una sociedad con el objeto de promover estudios para posibilitar la explotación de maderas del territorio de Misiones para la fabricación de pasta y papel para periódicos.

                Presidía el equipo técnico el papelero alemán Paul Lehman que luego de exhaustivos estudios recomienda el uso del árbol Araucaria brasilensis para la fabricación de pasta mecánica y celulosa. Se pide al gobierno una concesión transferible.

                Como hemos visto Argentina cubría sus necesidades con la importación de papel de periódicos, que estaba libre de derechos. [45]

                La franquicia de aduanas siempre originaba muchas quejas por parte de los fabricantes argentinos, resultando siempre inútiles ya que no existía una industria nacional capaz de competir con las del extranjero.

                La construcción de esta fábrica requería (para beneficio de la región) la construcción de buenas carreteras y los objetivos, según los cálculos de explotación, darían pasta suficiente para el resto de las fábricas nacionales.

                Se presentó una petición al Congreso de Diputados [46] y se entrevistaron con el Presidente de la República y el Ministro de  Obras Públicas. La sociedad solicitaba, entre otras, las siguientes concesiones:

                 Derechos de explotación de bosques en un radio de quince kilómetros del pueblo de San Pedro; la cesión de los árboles “araucaria brasilensis” y demás maderas blandas que se encuentren en ese radio. Se pagará por metro cúbico de madera  para pasta  cincuenta centavos y diez por la que se queme.

                 Únicamente se  cortarán los árboles que tengan un mínimo de veinte centímetros de diámetro la altura del corte. La cesión de terrenos para edificar la fábrica y la construcción de viviendas para los empleados, pactando el precio con el gobierno.

                 Derechos a usar las vías fluviales y explotar las fuerzas hidráulicas de la provincia.

 El derecho de establecer comunicaciones por agua, tierra y aire sin pagar derechos.

                 Franquicia de aduana para la importación de todas las máquinas y las instalaciones necesarias.

                 Retrocesión al gobierno de todo el terreno forestal con las mejoras introducidas en el término de la concesión y repoblación continua de los bosques.

                 Y finalmente la concesión debía durar cincuenta años quedando la empresa con el derecho de traspasarla con la autorización del gobierno.

                                                               ***

                Podemos resumir, por lo tanto, que en los inicios de la fabricación de papel, los expertos  papeleros y la maquinaria fueron de extracción europea; italianos, alemanes, belgas, ingleses y españoles. La pasta de celulosa y el papel para periódicos, principalmente de los países nórdicos.

                Las materias fibrosas nacionales [47] utilizadas en los primeros años por la industria papelera, como he expuesto, fueron en general las que se encontraban en abundancia y se extraían con facilidad en la ribera noreste de la provincia de Buenos Aires, Santa Fe y en la Mesopotamia. [48]

                Éstas se mezclaban entre sí, con trapos y papel reciclado. En 1914 se utilizaron cien toneladas de trapos y, ante el descenso de la importación de pasta que sobrevino como consecuencia de la guerra, creció su uso considerablemente a tres mil toneladas en 1917.

                El papel reciclado (recortes, cartones, etc.) también aportó importantes cantidades: en 1913 fue de cuatro mil quinientas, llegando en 1917 a diez mil doscientas toneladas. [49]

                Y por último decir que la intención al escribir este trabajo ha sido la de ofrecer una síntesis acerca de la industria papelera argentina, sin la pretensión de agotar un tema tan amplio y complejo, y del que se ha estudiado hasta ahora muy poco. He secuenciado solamente los datos obtenidos de distintas fuentes sobre el nacimiento y desarrollo de esa industria en las primeras décadas, como un camino  para futuras investigaciones.

REFERENCIAS

[1] Un documento de 1799, confirma esa necesidad de “facilitar por los medios y a no es posible   que salga de la languidez en la que se encuentra”. Adolfo Dorfman, La industria Argentina. Ed. Del Solar, 1942. Buenos Aires.

[2] Germán O.E. Tjarks, El consulado de Buenos Aires y sus proyecciones en la historia del Río de la Plata, 1962. Buenos Aires.

[3]   Estos representaban dos tercios del total, entre los que se encontraba especialmente costa de sacrificios, la            introducción de brazos  (negros esclavos) en este virreinato como que sin ellos la agricultura papel italiano.

[4]   Germán O.E. Tjarks, op.Cit., pág. 290.

[5]   “…en marzo la polacra genovesa, en mayo una fragata también genovesa, en junio dos naves otomanas, a fines de ese año otra nave otomana y a los pocos días la fragata hanseática llamada “wittevoss” procedente de Hamburgo, todas con carga de papel y mucho contrabando que generará un sonado proceso” Archivo General de la Nación A.G.N.) Actas y documentos, T. III. pág.185-86. Citado por  Tjarts, op. Cit.

[6] Las citas sobre las Misiones están tomadas de Guillermo Furlong  Orígenes del arte tipográfico en América. Ed. Huarpes S.A 1947. Buenos Aires.

[7]   Francisco  Bejarano, Historia del Consulado y de la Junta de Comercio de Málaga, 1947, Málaga.

[8]   Derechos municipales.

[9]   A.G.N. (III-33-7-15).

[10]   Distrito o término en  que estaba dividida la ciudad.

[11] Gaceta Mercantil, nº 4.075, 1837. Buenos Aires.

[12] Juan Carlos Nicolau, Industria Argentina y aduana. Ed. Devenir, 1975.Buenos Aires.

[13] Registro estadístico de la Provincia de Buenos Aires, 1853.

[14] En el país no existían fábricas de maquinaria industrial, por consiguiente los pedidos iban a parar a manos  de industriales extranjeros, proveedores de esta clase de artículos.

[15] Balmaceda, José Carlos, “Filigranas Hispanoamericanas”, I T P, nº 124, 1995. Madrid.

[16] Adolfo Dorfman, op.Cit.

[17] Libros impresos, periódicos, cartas geográficas, grabados.

[18]   En 1690 se instala en Germantown (Filadelfia) el molino de papel de Rittenhouse, luego el de Henchman en 1728 en Milton (Massachusetts) y en 1729 el de Willcox en Chester Creek,  también en Filadelfia. En 1776 existían en este estado 53 fábricas de papel, siendo la más antigua en actividad la de Crane Mill  fundada en 1801. A. Nespral, Con raíces en la patria, 1977, Celulosa Argentina, Buenos Aires.

[19]   En la solicitud no se menciona el tipo de árboles.

[20]   Suzanne Ackerson-Addor, “Papier en Argentine”, Annuaire IPH, vol.1 1980 y “Papel de los conquistadores en América del Sur”, I TP, nº 94, 1987, Madrid.

[21]   Planta tifácea cuyas tallos se emplean también para esteras, asientos, etc. Se llama también anea.

[22] El delta es un conjunto de islas que pertenecen a la provincia de Buenos Aires, formadas en la desembocadura de los ríos Paraná y Uruguay, donde se forma el Río de la Plata.

[23]   Según la medida de peso de Castilla (11.502 Kg. cada arroba) equivalen a 1.725.300 kg.

[24]   A. Dorfman, op. Cit.

[25]   Silvio Gagliardi, La industria del papel en Argentina, Bolsa de Comercio, 1934, Buenos Aires. El ingeniero S. Gagliardi fue uno de los fundadores de “Celulosa Argentina” en 1929 y presidió su directorio desde 1962 hasta 1973.

[26]   F . Latzina, Géografie de la République Argentine, Félix Laujane éd., 1890.Buenos Aires.

[27]   A. Dorfman. Op.Cit.

[28]   S. Gagliardi. Op.Cit.

[29]   Boletín UIA, nº 115, 1889, Buenos Aires..

[30]   J. D. Helguera, La producción Argentina, 1892, Buenos Aires.

[31]   A. Dorfman. Op. Cit.

[32]   La fábrica “La Primitiva” de Acebal y Vedia, cerró sus puertas en la década del 80, presumiblemente por esa causa.

[33]   F. Latzina. Op.Cit.

[34]   No mencionado especialmente.

[35]   Las máquinas, motores y repuestos estaban gravados con el 5% de su valor.

[36]    A. Nespral. Op.Cit.

[37]   S. Gagliardi. Op. Cit.

[38]   A. Dorfman. Op. Cit.

[39] R. Medina, informe sobre la industria del papel, A. Dorfman, op.Cit.

[40]   S. Gagliardi. Op. Cit.

[41]  Manual de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, 1917.

[42]   EE UU, Canadá, Inglaterra, Alemania, Suecia, Noruega y Finlandia.

[43]  La Gaceta de las Artes gráficas, nº 9, 1927, España.

[44]  La Prensa, La Razón y La Nación.

[45]   En 1925 importa 101.000 toneladas de papel y 17.000 toneladas de pasta.

[46]   Libro de sesiones. Congreso de Diputados.1926. Buenos Aires.

[47]   Palo borracho (yúchan), Araucaria brasilensis, álamo, sauce, paja espadaña; trigo, rastrojos, esparto, cáñamo, etc.

[48]   La Mesopotamia Argentina está integrada por las provincias de Entre Ríos, Corrientes y Misiones y rodeadas por los ríos Paraná, Uruguay, Iguazú e innumerables cauces.

[49]   Suzanne Ackerson-Addor, op. cit.

 

FILIGRANAS

Las filigranas reproducidas (reducidas al 50 % de su tamaño original) pertenecen al periodo comprendido entre 1856 y 1895 y fueron tomadas por el sistema de calco, con la colaboración de D. Carlos A. Tripicchio, de documentos oficiales y privados de los fondos del Archivo General de la Nación (A.G.N.) en Buenos Aires.

División Gobierno Nacional. Documentos de Guerra y Hacienda. 1856, S 10, C 19, A 6, Nº 3. Filigranas Nª 3 - 4 - 6 - 11. Archivo de Julio A. Roca, julio-agosto 1880.S 7, Cat. 1239. Filigrana Nº 10. División del poder judicial. Fondo; tribunales criminales. 1880. Leg. S, Nº 5. Filigrana Nº 1 - 2 - 5 - 7 - 9 - 12.

Correspondencia enviada y recibida del comandante general Lorenzo Wintter. 1888-1895. Leg. 78. S 7. Nº 1218. Filigrana Nª 8 - 13.   

 

Fil. 1

 

Fil. 2

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Fil. 8
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Fil. 9

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Fil. 13

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